Son evasión también, por supuesto, pero, ¿no es deber del que está preso, intentar escapar?
Por todo esto, los cuentos de hadas no están dirigidos a los niños (no más que el álgebra pensada como introducción a los niños, o las clases de inglés cantadas pensadas para los niños), sino a los adultos, y no pueden ser comprendidos por cualquier adulto, sin embargo, sino tan solo por aquellos libres de prejuicios, por las personas de esencia humilde, que afronten la realidad sin cinismo, con ilusión e inocencia hacia el misterio y la belleza de la Naturaleza.
Este ensayo del Maestro Tolkien sobre los cuentos de hadas y, podríamos decir, la importancia de la fantasía, es atrevido, visionario y transgresor. Dice cosas que yo hace tiempo que venía intuyendo por la conjunción en mi imaginación de muchas obras vividas, pero que leer de su pluma, de hace 50 años, hace que se te graben a fuego en el alma. Este libro, en general, es la semilla de todo lo mejor que escribió Michael Ende.
Que sí, no es decir poco. Este libro, en general, es la vuelta de tuerca de las ideas más ambiciosamente humanas de la ciencia ficción actual, un viaje a ese lugar donde las fronteras entre la ciencia ficción y la fantasía se desdibujan. Contiene la esencia de lo fantástico. Y además, de paso, da una lección a todos los imbéciles de este mundo.
Es un cuento sobre la obsesión por terminar una obra, en consonancia con un Tolkien que entonces luchaba por dar forma publicable a “El Silmarillion”, algo que finalmente no consiguió, aunque su hijo, con ayuda de Guy Gavriel Kay, llegase a publicarla después de la muerte de su padre, aún sin una calidad literaria del todo a la altura. Pero acaso sea mucho más importante lo que Tolkien, más allá de la gran mitología que reinventa y que se recoge en “El Silmarillion”, nos cuenta en estos breves cuentos llegados desde “El Reino Peligroso”. Intuiciones profundas sobre la esencia de la realidad, ligadas a actos y emociones humanas sencillos.
No es la primera vez, ni será la última, que me encuentro una opinión, o una reseña, que se queja del estilo literario de Tolkien. Quizá sea por la profunda y estrecha sensibilidad de la que está hecha mi inteligencia, por lo que no puedo comprender ese tipo de quejas. El estilo de Tolkien en El Señor de los Anillos” me parece perfecto. Esa obra es en gran medida la llave perdida que abrió la puerta de Fantasía a la gente de nuestro tiempo.
“Ancho, alto y profundo es el Reino Peligroso, y lleno todo el de cosas diversas: hay alli toda suerte de bestias y pajaros; mares sin riberas e incontables estrellas; belleza que embelesa y un peligro siempre presente; la alegria, lo mismo que la tristeza, son afiladas como espadas. Tal vez un hombre pueda sentirse dichoso de haber vagado por este reino, pero su misma plenitud y condicion arcana atan la lengua del viajero que desee describirlo. Y mientras esta en él le resulta peligroso hacer demasiadas preguntas, no vaya a ser que las puertas se cierren y desaparezcan la llaves.”
Extracto del ensayo “Sobre los cuentos de hadas”, de J. R. R. Tolkien.
Y qué gran frase, esa última: “Y mientras está en él le resulta peligroso hacer demasiadas preguntas, no vaya a ser que las puertas se cierren y desaparezcan las llaves”. Creo que es una alegoría contra el cinismo, contra el descreimiento, contra los que se creen que están del vuelta de todo, en esta realidad nuestra, y matan continuamente el misterio, porque se creen que lo saben y lo poseen ya todo, como el viejo cocinero Nokes, en Wootton Mayor.
A esta obra, claro está, no puedo darle nota alguna. Solo cabe decir que es lectura imprescindible para cualquier aspirante a cuentista que se precie.